Menos mirar y más participar.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Solo parece


La mirada se pierde en un horizonte de batallas con expectativas de tregua. El equilibrio es escéptico y el paso cada vez más lento. Un hilo de voz surge en raros metaversos, solo para públicos capaces de entenderlos. El pelo inicia su rápida caída libre sobre los hombros de la camisa, algunos mechones más extraviados aterrizan sobre el sofá y otros se hacen bola sobre la alfombra gris. Mientras, la tele vomita extravangantes berridos no aptos para eruditos. Al fondo, la ventana por donde penetra un fino hilo de sol que muestra todas y cada una de las motas de polvo acumuladas en el salón. Y más allá, la calle.
La gente continúa caminando, a veces a paso rápido, otras veces van de paseo. Los coches siguen aparcando. Seguimos echando el ticket de la ORA o aparcando en segunda fila. Algunas personas esperan en la marquesina del autobús urbano. Otras charlan en la puerta del bar. Otras se beben una cerveza con un pincho dentro. Las madres continúan yendo puntuales a buscar a los chavales al colegio. Les recogen la mochila y tiran para casa “rápidito que la comida se queda fría”. Los abuelos siguen sentándose en los polletes de piedra a solucionar guerras de balas perdidas. Y los adolescentes se fuman un porro en el callejón de al lado del instituto. El carnicero continúa vendiendo carne y el pescadero pescado. Los periódicos salen como cada día y los vencejos siguen campando en los huecos del Acueducto antes de iniciar su vuelo migratorio a tierras africanas.
Son las 14.00 horas. Y la vida parece que sigue igual. Solo parece.

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