Abrió los ojos. Su hogar era oscuro austero y tétrico. Los primeros destellos de luz del eclipse matinal lo despertaron lentamente haciendo mas longeva su agonía inútil.
Como cada mañana, se dispuso a recibir el día limpiándose la cara con el agua turbia de la palangana azul dispuesta sobre la mesa. Renqueante y furioso por su propia existencia, se acerco a la puerta rasgando el moho de las paredes, era la rutina habitual de todas las mañanas. Las marcas lo delataban.
Su mente cada vez mas perdida e inerte dentro de un subconsciente delirante, pensaba en todas aquellas personas atrapadas en lo escrito y se enojaba, y lloraba furioso. Él sería capaz de dar su último aliento para mostrar a ese tipo de gente lo jodidamente hiriente que es no poder evitar que la monotonía te atrape. La estupidez del pensamiento hacía sentir viva su mente.
Como cada mañana, se dispuso a recibir el día limpiándose la cara con el agua turbia de la palangana azul dispuesta sobre la mesa. Renqueante y furioso por su propia existencia, se acerco a la puerta rasgando el moho de las paredes, era la rutina habitual de todas las mañanas. Las marcas lo delataban.
Su mente cada vez mas perdida e inerte dentro de un subconsciente delirante, pensaba en todas aquellas personas atrapadas en lo escrito y se enojaba, y lloraba furioso. Él sería capaz de dar su último aliento para mostrar a ese tipo de gente lo jodidamente hiriente que es no poder evitar que la monotonía te atrape. La estupidez del pensamiento hacía sentir viva su mente.