Menos mirar y más participar.

miércoles, 18 de enero de 2012

Arrebatar el hielo al tiempo


Camino lentamente, a veces despacio, otras con prisa. Salgo y entro; entro y salgo del portal número cinco de la calle Isabel La Católica. Y lo hago al menos tres veces al día. En algunas ocasiones voy a por el cartón de leche para el desayuno con café que debería haber comprado días atrás. ¡Fuerte el café solo a primera hora de la mañana! Luego regreso. Salgo de nuevo a media mañana a la rueda de prensa de turno. Vuelvo otra vez. Es mediodía y me dirijo a comer a casa de mi madre. Cruzo el portal nuevamente a la hora del café. Mi estómago me empieza a susurrar con cierta intranquilidad hacia las ocho de la tarde. Me lanzo a darme un homenaje de pinchos. Regreso a medianoche. 
En un día ya he entrado y salido cuatro veces de mi casa, fría en invierno, templada en verano. Y me da igual que sean las nueve de la mañana o que sean las siete de la tarde. Cuando dirijo mi mirada a la balconada del primer piso del edificio de enfrente, justo encima del Intimissimi, veo siempre una luz apagada que antes siempre estaba encendida.  
Y es una oscuridad que cada día que pasa aborrezco más, porque se que tu lámpara está apagada y nunca más volverás a encenderla; que tu silla está vacía, tu ordenador desconectado y tu mesa exactamente igual a como la dejaste. Tus plumas ya no tienen tinta reciente. Ya no acumulas más papeles, ni viene a visitarte gente. Tu teléfono ya no suena y el código penal es un ornamento más de tu estantería. Tu espacio se ha congelado tristemente en el tiempo como un cubito de hielo de los imposibles de arrancar a la cubitera.
Y como no soporto que mi mirada sólo sea capaz de captar una oscuridad que no se quiere marchar, he decidido arrebatar el hielo al tiempo, así que enciendo tu lámpara todos los días, me siento sobre tu silla, apoyo mis codos sobre tu mesa y conecto tu ordenador. Recupero tus papeles del archivo y estudio tus expedientes: Diligencias previas, autos, sentencias, recursos. Y me dispongo a escribir.
Me he apropiado de tu no presencia para hacerla menos insoportable. Tu luz ahora está encendida y tu memoria se convierte cada vez más en tangible. Cada palabra, cada frase, cada párrafo que escribo son un paso más próximo a tu recuerdo. Que se convertirá en eterno, porque conseguiré arrebatar el hielo al tiempo.

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