Menos mirar y más participar.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Repollo con patatas


Hoy he comido repollo con patatas aderezadas con un poco de pimentón dulce y aceite de oliva. Descubrí que me gustaba hace pocos meses. Antes, cada vez que mi madre me decía que había repollo para comer, yo renegaba de él y me limitaba a comerme las patatas escurridizas entre ese mar de hojas que realmente me resultaban desagradables a la vista y al olfato y que, gracias a ambos sentidos, me daban la excusa perfecta para mi negación del gusto.
Hoy el repollo responde a la misma receta de antaño, se sirve en el mismo plato y sobre la misma mesa. También la cocina es la de antes, solo cuenta con una vitro-cerámica nueva y un frigorífico de acero inoxidable que le da un toque posmoderno a la cocina de mi madre.
Entre pinchada y pinchada, levanto la mirada del repollo y solo veo una silla vacía. Inamovible. Carente de sentido. Melancólica. Silenciosa. Nostálgica. Taciturna. Decididamente, hoy a la cocina de mi madre le sobra una silla. O le falta una persona.
Hoy puedo decir que me gusta el plato que abominé toda mi infancia, pero hoy levanto la vista y solo veo una puta silla vacía, mis oídos solo reciben silencio y mis manos no consiguen ni siquiera tocar el vacío de tu ausencia.

¿Dónde estás papá?

1 comentario:

El abuelo sin nietos dijo...

Me encantan tus entradas, no puedo evitar sentirme identificado en muchas de las palabras que escribes y en muchos de los lugares que describes. Un beso grande y de nuevo gracias.